Monseñor Duffé: “Vengo de compartir, de gritar y de rezar con la gente la pena y la indignación provocada por el extractivismo minero, un claro ejemplo de la economía que mata”
El manifiesto final del congreso ‘El trabajo en una transición ecológica solidaria’ sostiene que “el trabajo no puede seguir siendo una mercancía y debe ser protegido en nombre de la dignidad humana”
22.05.2019 | José Manuel Vidal /enviado especial a París
“Hay que decir no a una economía depredadora que convierte al trabajador en esclavo”. Un mensaje claro y contundente, profético como siempre, que el Papa Francisco envió, en una carta, a los más de 400 participantes en el Coloquio internacional sobre ‘El trabajo en una transición ecológica solidaria’, organizado en la sede parisina de la Unesco por los jesuitas del CERAS y por la OIT.
En un corto, pero, como siempre, valiente mensaje, leído por monseñor Francesco Follo, representante papal ante la Unesco, Francisco subrayó que “una situación social indigna llama a una revolución cultural valiente” y que “ante las amenazas que pesan sobre el medioambiente, es necesario promover un nuevo estilo de vida”. Todo un broche de oro para un Coloquio laico-religioso, que busca plasmar en la realidad la ‘Laudato si’.
Dignidad y decencias laborales
Un ‘Coloquio internacional sobre el trabajo en una transición ecológica solidaria’ que si, ayer, giró en torno al juzgar del cuadro tremendo y denunciador de Guayasamín, hoy, a la hora de pasar al actuar, se simbolizó más en el ‘Ícaro’ de Picasso, otro de los cuadros que campea en la sede de la Unesco de París. Al menos, por lo que tiene de intento esa conquista de los cielos de la dignidad y de las decencias laborales.
El panel, moderado por la periodista de La Croix, Isabelle de Gaulmyn, contó con tres ‘pesos pesados’: una de las líderes de la OIT, Anna Biondi, el secretario del dicasterio romano del ‘Desarrollo humano integral’, monseñor Bruno-Marie Duffé, y el presidente de la comisión episcopal de pastoral social de Argentina, el obispo jesuita Jorge Lugones.
En busca de ese objetivo de un trabajo digno de la humanidad y de la tierra, la directiva de la OIT, Anna Biondi incidió en los grupos más vulnerables, incluidos algunos países, como Malaui, que “depende casi totalmente de la producción de tabaco” y al que hay que ofrecerle “alternativas reales”.
Empoderar a las mujeres
También insistió en “la necesidad de empoderamiento de las mujeres” y “en la economía circular, para “caminar juntos, de abajo arriba, empoderando a las comunidades de la base, promoviendo la seguridad y la salud como derecho humano”.
Anna Biondi alabó, en este sentido, el gesto del cardenal Krajewsvki, limosnero del Papa, de restablecer la luz eléctrica en un edificio de 400 sin techo de Roma. Un gesto que, a su juicio, “provocó escándalo, pero, cuando es necesaria la justicia, hay que actuar”.
‘Los cuidadores de la casa común’
Pero la estrella de la clausura fue, sin duda, el obispo argentino Lugones y su novedoso proyecto de ‘Cuidadores de la casa común”. El actual obispo de Lomas de Zamora, en el conurbano bonaerense, fue antes obispo de Nueva Orán, provincia de Salta, en la frontera con Bolivia, y allí se sensibilizó con los problemas ocasionados por el extractivismo. Desde entonces viene reflexionando sobre el tema ecológico y, en 2014, publicó ‘Una tierra habitable para todos’, un libro que tuvo la suerte de ser citado por el propio Papa en la cita 133 de la ‘Laudato si’.
Animados por el documento papal, monseñor Lugones y su equipo decidieron llevarlo a la práctica con el programa ‘Cuidadores de la Casa común’. El objetivo del proyecto, en el que hoy participan 3.000 jóvenes a lo largo y ancho de toda la Argentina, es generar trabajo digno para jóvenes en situación de precariedad. Jóvenes que, como dice el obispo, “sufren la cultura del descarte, a quienes golpea duramente la política neoliberal que asola la región y a los que, en el mejor de los casos, les ofrece trabajos indignos y degradantes”.
Con el programa ‘Cuidadores’, también quieren unirse “a la invitación del Papa Francisco de confrontar al capitalismo salvaje que mata”. Con una serie de ejes, entre ellos el de la formación integral, por el que los jóvenes reciben un salario social complementario por parte del Estado.
«Porque, los cuidadores tratamos de responder al desafío y no bajamos los brazos”, siguiendo al Papa, que “nos invita a dar un alma a la economía”. Y, además, porque “necesitamos un nuevo paradigma, para gestionar una nueva civilización”. Y los asistentes premiaron al obispo Lugones con una sentida y larga ovación por un proyecto, como el suyo, que merecería ser más conocido y extenderse por todo el mundo.
Monseñor Duffé, indignado por “la economía que mata”
La estrella invitada de la clausura fue el secretario del dicasterio del ‘Desarrollo humano integral’, el francés Bruno María Duffé, que hizo honor a su fama y pronunció una brillante conferencia, en la que, teórica y praxicamente, hizo presente las intenciones del Papa.
Comenzó, en efecto, recordando que acababa de llegar, procedente de Brasil, más en concreto de Brumadinho, el lugar donde reventó una presa mal cuidada de las compañías mineras extractivistas y mató a 300 personas, algunos de cuyos cadáveres todavía no se han encontrado. “Vengo de compartir, de gritar y de rezar con la gente la pena y la indignación provocada por el extractivismo minero, un claro ejemplo de la economía que mata”.
Un claro ejemplo de esa economía que “quiere siempre más y más rápidamente”, que contrasta con la “enseñanza social del Evangelio” o Doctrina Social de la Iglesia, que se apoya en cuatro referencias principales: la cocreación, el contrato justo, el personalismo y la ecología integral.
Y el prelado francés fue repasando, en su intervención, esos cuatro pilares. En cuanto al primero, la cocreación, aseguró que “Dios es el que trabaja el primero y le otorga a la persona la capacidad de trabajar y continuar la creación”. Por eso, ya desde el Génesis, Dios pide a los hombres cuatro cosas: “producir y proteger, cocrear y cuidar”.
Un contrato justo
El segundo pilar de la DSI es el contrato justo, porque “nuestro desafío es el de la solidaridad: “reconocer al otro como igual, como ayuda y como hermano”. El tercero, es el personalismo, porque “cuando la persona se desarrolla, también lo hace la comunidad”. Y el cuarto, la ecología integral, es decir “se trata de proteger a la persona y a la comunidad, protegiendo a la tierra.
Por eso, a juicio de monseñor Duffé es “la hora de pensar un nuevo paradigma para la economía, para la ecología y para la dignidad de la persona”, partiendo “de la memoria colectiva del universo del trabajo”, de la fuerza de la convicción, así como de “la alteridad y de la fuerza social de la solidaridad y del poliedro de las culturas”.
Desde ahí sostuvo que “la emigración no es una amenaza, sino una nueva experiencia de trabajo” y que “la ecología integral llama a una unión entre culturas y religiones”, dado que el “desarrollo no avanza solo como un barco borracho de poder”. Y una nueva ovación atronadora llenó la enorme sala de la Unesco.
Manifiesto por un trabajo decente
Louise Roblin, miembro del CERAS y una de las organizadoras del evento, cerró el acto, presentando un video, en el que se resume un manifiesto “por una transición ecológica solidaria”, en el que se sostiene que “hay que pensar un futuro en el que el trabajo sea una parte integrante de la transición ecológica”. Porque el “trabajo no puede seguir siendo una mercancía y debe ser protegido en nombre de la dignidad humana”
Tras esta introducción, el manifiesto se divide en cuatro partes. La primera, el cambio de paradigma, para conseguir un trabajo decente basado en estos 8 principios: dignidad humana, justicia social, bien común, calidad laboral, solidaridad ecológica, cooperación, buena organización y cuidado de las relaciones.
La segunda parte del manifiesto postula que “el trabajo es colectivo por esencia” y tiene que tener en cuenta a todos los trabajadores, incluidos los invisibles. La tercera parte dice que “el bien común es el objetivo del trabajo”. Y la cuarta y última aborda el trabajo como cuidado y recuerda el viejo principio de la DSI: “La propiedad privada está subordinada al destino universal de los bienes”.
Como colofón, el máximo organizador del Coloquio, el jesuita Marcel Remon, daba las gracias a los ponentes y, especialmente, a los presentes, que puestos en pie le devolvieron el agradecimiento con una sonora ovación. Todo un éxito de organización, de participantes y, sobre todo, de frutos. La ‘Laudato si’ florece. Porque nadie puede parar la primavera en primavera.
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