Comisión Católica Internacional de Migración: ampliar la solidaridad mundial (17 Agosto 2021, Global)

Comisión Católica Internacional de Migración: ampliar la solidaridad mundial

Monseñor Robert Vitillo, Secretario General de la Comisión, habla de los 70 años de compromiso con los migrantes y de la urgencia de trabajar juntos, especialmente ante las últimas tragedias en el Mar Mediterráneo y en otros lugares.

 

Isabella Piro – Ciudad del Vaticano

Proteger y servir a los migrantes, ya sean refugiados, solicitantes de asilo, desplazados internos o víctimas de la trata de seres humanos, independientemente de su fe, raza, etnia o nacionalidad: este ha sido el compromiso de la Comisión Católica Internacional de Migración (ICMC) durante 70 años. Se trata de un organismo muy importante, teniendo en cuenta las noticias más recientes: en la última semana han aumentado los informes de los medios de comunicación sobre las tragedias de los migrantes y refugiados que huyen de sus países de origen en embarcaciones improvisadas, tratando de llegar a Europa. Basta pensar en el sábado 7 de agosto, cuando una embarcación volcó frente a la costa de Dajla (Marruecos), en la región del Sáhara Occidental, dejando decenas de muertos y muchos desaparecidos.

Estas cifras se suman a las más de 1.140 muertes estimadas por la Organización Internacional para las Migraciones entre quienes intentaron, sólo en 2021, emigrar a Europa desde países como Libia y Túnez. Se trata de una realidad mundial en la que muchas organizaciones humanitarias católicas participan en la prestación de ayuda de emergencia y servicios de asentamiento a largo plazo. Uno de ellos es el ICMC, con sede en Ginebra, que reúne a los organismos nacionales miembros de las Conferencias Episcopales de todo el mundo. Su Secretario General es Monseñor Robert Vitillo quien, en una entrevista con los colegas de habla inglesa de VaticanNews, dice: «Las trágicas muertes de los migrantes son un fenómeno global» que, por desgracia, ocurre en todo el mundo, no sólo en Europa. Sin embargo, es «ignorada por demasiada gente».

«La migración forma parte de la condición humana desde la prehistoria -continúa Monseñor Vitillo-, las personas se ven obligadas a huir de la persecución y la violencia con la esperanza de encontrar la libertad para ellos y construir un nuevo futuro para sus familias. Además de los que han sido reconocidos como «refugiados» en virtud de la Convención de Ginebra de 1951 y supervisados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el Presidente subrayó que hay muchos otros que siguen esperando su reconocimiento o que son «desplazados internos» en sus propios países, huyendo de la «falta de Estado de Derecho, del grave cambio climático, de la ausencia total de una nutrición adecuada y de agua potable, de la trata de seres humanos y de la falta de acceso a un trabajo decente y a una remuneración justa». Por lo tanto, aunque quieran quedarse en su tierra natal, estas personas se ven obligadas a emigrar so pena de la supervivencia de su familia en términos de «seguridad, libertad y nuevas oportunidades para una vida digna».

El papel del ICMC

Para todos ellos, continúa el Secretario General, la ICMC ofrece actividades de primeros auxilios a nivel nacional, diocesano y parroquial. A sus propios miembros, el organismo les proporciona actualizaciones e información sobre las tendencias migratorias mundiales y regionales, y los anima a compartir, a través de sus páginas web y redes sociales, «experiencias y retos para seguir desarrollando sus capacidades». Fundada en 1951 por el Papa Pío XII, la Comisión Católica Internacional para las Migraciones «también participa en la programación directa en respuesta a ciertas emergencias a gran escala relacionadas con la migración», añade Monseñor Vitillo, «en estos casos, colaboramos con los gobiernos, la ONU y otras organizaciones intergubernamentales para garantizar la protección y atender las necesidades básicas de los migrantes y refugiados».

Trabajo realizado en todo el mundo

Entre los ejemplos más recientes, el Prelado cita los programas humanitarios llevados a cabo en Jordania, Pakistán y Malasia, a través de ayudas en metálico para la alimentación y el alquiler; atención médica y psicológica; espacios sociales seguros para los niños; apoyo a las víctimas de la violencia sexual y de género; actividades educativas para menores y adultos; formación profesional para que los inmigrantes puedan desarrollar habilidades cualificadas o iniciar pequeños negocios en el sector mecánico (reparación de motos) o textil (tejido de alfombras).

Pero el ICMC también participa en el proceso de reasentamiento de migrantes: de los 85 millones de migrantes, de hecho, explica Monseñor Vitillo, «sólo alrededor del 1% tiene la posibilidad de ser reasentado permanentemente en un tercer país». Por ello, la Comisión colabora con los gobiernos locales de Europa y Estados Unidos «para facilitar y preparar las solicitudes de reasentamiento en estos países». En concreto, el organismo se encarga de los contactos iniciales con los refugiados y de la preparación de la documentación requerida, asistiendo a los funcionarios del gobierno, organizando también los controles médicos necesarios y el viaje de los refugiados a sus nuevas ubicaciones, una vez aceptada la solicitud de reasentamiento. También es importante la «orientación cultural» que se proporciona a los refugiados que van a ser reasentados, para que «conozcan el país de destino, cómo buscar trabajo y sus responsabilidades legales, de modo que puedan adaptarse mejor a los nuevos retos» que les esperan.

Otros servicios prestados por el ICMC incluyen «el envío de expertos en protección jurídica y social a 50 países de todo el mundo para ayudar al ACNUR y al UNICERF en su trabajo y para apoyar a los gobiernos de los países de primer asilo en la evaluación de las necesidades de los migrantes y los refugiados, identificando a aquellos con vulnerabilidades particulares»; y «la promoción de la integración de los migrantes en los países de acogida, incluyendo el acceso a la formación lingüística, la capacitación y el acceso a un trabajo decente». También hay un fuerte compromiso con la defensa, continúa Monseñor Vitillo, para fomentar la aplicación del Pacto Mundial sobre Refugiados y Migrantes.

Un enfoque especial en Europa

En Europa, en particular, el ICMC Europe «organiza formaciones e intercambios de experiencias, especialmente con los municipios, las comunidades religiosas, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil», con el fin de «comprender mejor la contribución que los migrantes y los refugiados aportan a las comunidades de acogida». «Esto es particularmente importante en el continente europeo -continúa el prelado-, donde hay un gran aumento del número de personas mayores y una disminución significativa del número de jóvenes. En este caso, de hecho, los migrantes y los refugiados «pueden aportar contribuciones dinámicas a la economía y muchos otros beneficios para el bienestar general de la sociedad», porque «como suele decir el Papa Francisco, la integración es una vía de doble sentido: los refugiados y los migrantes traen consigo habilidades especiales, cultura, fe y valores tradicionales y familiares» que «contribuyen fuertemente a la sociedad que los acoge».

En cuanto a la especificidad de las organizaciones católicas que trabajan sobre el terreno, el prelado reitera que «nuestras respuestas están basadas en la fe y en los valores». «En la Iglesia católica -explica- tenemos una historia compartida y un compromiso de acogida, protección, promoción e integración de los migrantes, los refugiados, los desplazados internos y los supervivientes de la trata de seres humanos, como ha indicado el Papa Francisco. Cada persona, de hecho, tiene su propia dignidad como «hijo de Dios» y debe ser acogida como tal. En este sentido, «las organizaciones inspiradas en la fe tienen una motivación muy especial en cuanto al respeto de la dignidad de cada persona y la garantía de que estas personas tengan la oportunidad de disfrutar de esa dignidad y de contribuir al pueblo que las acoge».

Al mismo tiempo, Monseñor Vitillo destaca «la gran colaboración interreligiosa» de la que goza la ICMC a nivel mundial, con el objetivo de crear «una plataforma común con unas 3.000 ONG» para animar a los gobiernos, empresas y otros sectores de la sociedad a «ponerse de acuerdo en términos de políticas justas y equitativas para los refugiados y los migrantes». Esto es crucial, teniendo en cuenta que «la mayor parte de los servicios humanitarios directos, de protección y de reasentamiento del CICR se encuentran en países donde los cristianos son una minoría; de hecho, en naciones de mayoría musulmana». Por ello, la cooperación interconfesional es muy estrecha, también «para explorar los valores comunes como personas de fe». Los ejemplos en este campo provienen de la frontera entre Pakistán y Afganistán, donde el CICR ha puesto en marcha «15 programas de salud diferentes» para los refugiados.

Los inmigrantes no deben ser considerados un problema

Ante las «incertidumbres» y el «creciente nacionalismo que vemos en las sociedades de todo el mundo», Monseñor Vitillo recuerda la reiterada llamada del Papa a «encontrar a Jesús en cada emigrante y refugiado y en todas las personas que están en la periferia o son ignoradas y rechazadas por la sociedad llamada ‘tradicional'». Por ello, hay que animar a los católicos a que sean más conscientes y a que «integren en su vida de fe la enseñanza de nuestra Iglesia en relación con los emigrantes y los refugiados», porque los propios antepasados de muchos de ellos «emigraron a causa de la persecución, los disturbios políticos y las luchas civiles, o por una mejor oportunidad económica». Por eso es importante conocer a los refugiados y a los inmigrantes, concluye el Secretario General de la ICMC, porque «es fácil llamarles simplemente ‘problema'», pero cuando se les conoce de verdad y se entiende que «tienen los mismos deseos y necesidades que nosotros, entonces desaparecen las resistencias y el rechazo, y se empieza a desarrollar mucha más aceptación y amor mutuo, como hermanos y hermanas en el único Dios».

 

Este artículo fue publicado en la página web de Vatican News:

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