Work and care (19 October 2021, Global)

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Este artículo presenta una reflexión sobre los orígenes de la Fase 1 del Proyecto FOWLS y sobre el significado de “cuidado es trabajo, trabajo es cuidado”, y fue escrito por un miembro del Proyecto FOWLS.

 

Trabajar y cuidar

Por Ignacio Alonso Alasino*

El autor de este Tema del Mes reflexiona sobre el cuidado como una nueva dimensión del trabajo, entendido como algo relacional. Esta visión puede ser adecuada para inspirar el avance del desarrollo humano integral de nuestro mundo, en el que el trabajo sigue siendo el principal agente de transformación.

 

El 17 de junio de 2020, el papa Francisco presentó un videomensaje a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con motivo de la 109 reunión de la Conferencia Internacional de Trabajo a celebrarse en Ginebra, Suiza.

En primer lugar, señaló que la conferencia se convocó en un momento crucial de la historia social y económica en el que el mundo se enfrentaba a serios y profundos desafíos para hacer frente a la pandemia, un contexto que se asemeja al mapa de la realidad actual.

En segundo lugar, Su Santidad demandó a la OIT y demás autoridades la búsqueda conjunta de soluciones que ayuden a construir y que transformen un nuevo futuro del trabajo, basado en condiciones laborales dignas y decentes. Esta construcción debe emanar de una negociación colectiva y promover el bien común, esta base posiciona al trabajo como un componente fundamental de nuestro cuidado de la creación y de la sociedad; logrando así que el trabajo sea esencialmente humano. Asimismo, las soluciones para actuar frente a la crisis laboral y en pos del bien común deben priorizar a aquellos trabajadores que se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo y aún afectados por la pandemia.

En tercer lugar, destacar que a efectos de componer y reactivar la actividad económica durante y pos COVID-19, el Papa nos recuerda la importancia de evitar fijaciones del pasado que promuevan el aislacionalismo, el nacionalismo, los riesgos del consumismo ciego, la discriminación y una cultura del descarte.

El último punto que quisiera destacar de este mensaje del papa Francisco es su llamado a comprender que, para promover acciones comunes, se debe entender correctamente el trabajo. Este entendimiento lo presenta a través de dos elementos. El primero nos convoca a focalizar la atención en todas las formas de trabajo, incluyendo a los empleos no estándar, y plantea que «el trabajo va más allá de lo que tradicionalmente se ha conocido como “empleo formal”, y el Programa de Trabajo Decente debe incluir todas las formas de trabajo».

El segundo elemento, para una correcta comprensión, es tener presente que el trabajo es una relación, de manera que tiene que incorporar la dimensión del cuidado ya que ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado. Francisco no solo se refiere al cuidado vinculado al trabajo de cuidados sino que a una dimensión que contenga a todo tipo de trabajo. Retomando sus palabras: «Un trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente. Por el contrario, un trabajo que cuida, contribuye a la restauración de la plena dignidad humana, contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las generaciones futuras». Esta cita toma como referencia a los frutos de la investigación realizada por el proyecto «El futuro del trabajo, el trabajo después de Laudato si’» y que se han visto plasmados en el Informe El cuidado es trabajo, el trabajo es cuidado.

 

A partir de un proyecto, un viaje

Este artículo pretende resaltar los aspectos fundamentales de la investigación realizada por el proyecto El futuro del trabajo, el trabajo después de Laudato si’. En lo que concierne al contexto en el que sus lineamientos fueron discutidos, cabe destacar que al momento de pulir el proyecto ya padecíamos la pandemia de COVID-19, que afectó especialmente al mundo del trabajo. El diagnóstico y nuestras propuestas se presentaron en el Informe «El cuidado es trabajo, el trabajo es cuidado» en diciembre de 2020, cuando la pandemia ya se había transformado en un cataclismo social y económico cuyas consecuencias ya están a la vista y no se distribuyen de modo parejo. Vemos ante nosotros que los padecimientos más profundos afectan mayoritariamente a la población más pobre y más vulnerable.

En nuestras reflexiones fue la encíclica Laudato si’, presentada por papa Francisco en 2015, la que actuó como una brújula para que cuidemos de nuestra «casa común». Nuestros esfuerzos se basaron en ese llamado a cuidar la creación y aprovechamos la oportunidad para comenzar a reflexionar sobre el futuro del trabajo en relación con el Centenario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Partiendo de valores comunes compartidos, la OIT y la Iglesia católica han cooperado intensamente a lo largo del tiempo, pero la confluencia de estos dos acontecimientos fue más que una oportunidad conveniente o mera coincidencia. Más bien, fue una invitación para que internalizáramos las dificultades que plantea la realidad social en el actual contexto de problemas socio-medioambientales y, en especial, para que defendiéramos el significado de trabajo. Laudato si’ propone una concepción relacional del trabajo, que entraña vínculos diferentes: en primer lugar con otras personas y después implica relaciones con el lugar físico, la creación y el medio ambiente, es decir, con la realidad que es objeto de transformación. Esta visión resulta muy distinta de la que prevalece en nuestra cultura tan individualista y aislacionista.

Laudato si’ propone una concepción relacional del trabajo, con otras personas y con el lugar físico, la creación y el medio ambiente, es decir, con la realidad que es objeto de transformación

Con esta inspiración, abordamos la construcción de un informe que esperamos ayude a encontrar soluciones para la crisis que estamos transitando. En este documento también se refleja un trabajo colaborativo sobre temas conectados con la pandemia, como respuesta al llamado realizado por papa Francisco en abril de 2020, en el que convocaba a departamentos de la Santa Sede y a sus respectivas redes para que dieran su máximo soporte a las iglesias y comunidades locales. Como respuesta a este llamado, los integrantes del proyecto asesoramos desde diversos puntos geográficos acerca de los efectos de la COVID-19 en el mundo del trabajo y colaboramos junto al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano en esta tarea.

La intención principal tanto del proyecto como del informe fue volver a revisar la noción de trabajo, un tema esencial de la Doctrina Social de la Iglesia. El cuidado del trabajo y de los trabajadores recibió una atención prioritaria de parte del papa León XIII al abordar los desafíos de justicia social que enfrentaron tanto la Iglesia como el mundo durante la época en que escribió la encíclica Rerum novarum. De manera similar, el título del Informe reafirma que El cuidado es trabajo, el trabajo es cuidado con el objetivo de que tal entendimiento contribuya a abordar los desafíos sociales y ambientales globales de nuestro tiempo. Como ha afirmado el papa Francisco, en muchas ocasiones, la pandemia de COVID-19 ha ofrecido una amplia evidencia de la urgente necesidad de emprender esa dirección.

Con estos fundamentos, acogemos la esperanza de que el proyecto sea un aporte para «repensar» el trabajo, una reflexión crucial en nuestros días. El proyecto se fue desenvolviendo en siete líneas de investigación relacionadas entre sí por nítidas transversales, interconexiones y complementariedades. Estas líneas de investigación se dedicaron y abordaron los siguientes ejes: «El trabajo, la ecología y la crisis del medio ambiente» elaborado por el centro de ética social francés CERAS; «El trabajo, la justicia social y la paz», encabezado por la Universidad Iberoamericana de Puebla (México); «Trabajo, demografía y migraciones», coordinado por la Comisión Católica Internacional para las Migraciones; «La inteligencia artificial, la robótica y el futuro del trabajo digno», que estuvo a cargo de la Lupina Foundation y la Universidad de Toronto; «El futuro de la empresa y el espíritu emprendedor» que contó con la participación de una asociación global de dirigentes empresarios cristianos denominada UNIAPAC; «Promoción del empleo y la innovación social», abordado por la revista Aggiornamenti Sociali y el think-thank CeSPI; y, por último, «La humanidad en pleno trabajo», una investigación dirigida por el Observatoire de la Finance (1).

Además de las siete líneas de investigación, otros actores interesados en estos temas participaron de iniciativas de difusión y formación. En su mayoría organizaciones y movimientos de inspiración católica que actúan a nivel global, regional, nacional y local que tuvieron como objetivo construir una red global de actores inspirados por la fe y actores sociales que forman parte del mundo del trabajo o fomentan, junto a sus pares, el desarrollo de propuestas, la capacidad de crear conciencia y la implementación de grupos que debatan sobre temas vinculados al mundo del trabajo.

Este informe no tuvo como objetivo proponer nuevas teorías o direcciones para el futuro, sino discernir y reconocer que muchos cambios necesarios ya están en marcha, a pesar de que algunos aún requieren de una mayor visibilidad y articulación. La visión inspiradora de nuestros esfuerzos se resume en el título del informe, «El cuidado es trabajo, el trabajo es cuidado», cuyo significado se va elucidando a medida que los lectores recorren los apartados del informe que, a su vez, reflejan los pasos concretos de nuestro viaje.

 

El trabajo como experiencia humana y espiritual

En lo que concierne a los fundamentos teológicos y espirituales del proyecto, abordamos el vínculo existente entre «trabajar y cuidar» y ejercitamos junto a nuestros socios el discernimiento social como herramienta adecuada para la toma de decisiones conducentes a la transformación y complementariedad de los diversos puntos de vista.

Consideramos que el trabajo está colmado de significado humano y es una experiencia humana y espiritual. Trabajando, descubrimos lo que somos capaces de hacer y aprendemos a sufrir fracasos y derrotas en un ambiente que nos hace conocer a otras personas. Este ámbito debe conformarse de sueños, esperanzas y ambiciones compartidas, en pos de transformar la realidad, entender su materialidad y tolerar sus limitaciones poniéndonos de frente a lo concreto del mundo. Resulta importante comprender que el trabajo nos pone en contacto con un mundo que debe ser entendido como «medio ambiente».

Justamente porque es una experiencia humana, el trabajo también es plenamente espiritual. Los logros, conflictos, fracasos y muchas veces la explotación que experimentamos en el trabajo nos despiertan emociones y sentimientos que resuenan en el interior de cada uno y llevan a la persona a encontrarse consigo mismo; en el caso de los creyentes con Dios. Es por esto que el trabajo es una experiencia profundamente cristiana, tal como lo atestiguan muchas personas vinculadas al mundo del trabajo y a nuestro proyecto que son a su vez partícipes en organizaciones de inspiración católica.

En línea con la implicancia y significado que conlleva el trabajo, el papa Francisco en su mensaje a los participantes de la 108 sesión de la Conferencia Internacional del Trabajo y en ocasión del Centenario de la OIT celebrada en Ginebra en el año 2019, reflexionó lo siguiente: «En el interconectado mundo de hoy, responder a la complejidad de los temas laborales requiere un análisis exhaustivo e interdisciplinar. Acojo con satisfacción los enfoques de la OIT a este respecto, especialmente su intento actual de redefinir el trabajo a la luz de las nuevas realidades políticas y socioeconómicas, en particular aquellas que están afectando a los pobres». Asimismo, Su Santidad expresó su gratitud a la OIT por involucrar a organizaciones católicas con las siguientes palabras: «Gracias también por permitir que la Iglesia sea parte de esta iniciativa mediante el papel del Observador Permanente de la Santa Sede en la OIT». Dentro de ese Observatorio y a modo de ejemplo citó al proyecto «El futuro del trabajo, el trabajo después de Laudato si’», pensamos que por nuestro accionar, en el cual pusimos como horizonte «repensar» el trabajo con una metodología y espacio de discernimiento para múltiples voces, en vistas de integrar los temas medioambientales con los laborales y situando a la persona en el centro del desarrollo.

 

Dar un paso hacia la noción de desarrollo humano integral

Cuando pensamos en un diagnóstico inicial sobre la situación que acaece al mundo del trabajo y las principales dificultades que habrá que afrontar, entendemos que la crisis vigente requiere de una transformación radical ya que encararla mediante ajustes incrementales que afecten a la economía no llegarían a buen puerto. Para ello, destacamos el siguiente análisis que presenta enfoques alternativos y comunidades globales transformadoras como medios para lograr esa transformación.

En nuestro viaje y en vistas de preparar el terreno con miras a un desarrollo humano integral, nuestro punto de partida fue un diagnóstico o más bien una expresión clarividente de la encíclica Laudato si’: «No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental» (LS 139). Fue mediante un diálogo con organizaciones de inspiración católica del mundo del trabajo, extendido durante el período de duración del proyecto, que arribamos a ese puntapié inicial. En paralelo, el panorama de la economía global y nuestro entendimiento sobre el mismo, se hallaba en un punto de inflexión en el que comprendíamos que si nosotros como seres humanos nos vemos «bloqueados» por relaciones sociales y económicas ya instituidas, debemos como respuesta idear un curso de acción distinto y así tomar un camino diferente. Este camino se establece escuchando la voz de los que no tienen voz y tomando nota de que, en los contextos locales, ya van surgiendo comunidades globales transformadoras, cada una de las cuales aporta en su esencia una pieza al gran mosaico del desarrollo humano integral.

Trabajando, descubrimos lo que somos capaces de hacer y aprendemos a sufrir fracasos y derrotas en un ambiente que nos hace conocer a otras personas

En línea con este diagnóstico sabemos que la justicia social y ambiental resultan fundamentales si nuestro anhelo es lograr la paz en un mundo globalizado. La crisis ecológica y la pandemia de COVID-19 han revelado que también la salud tiene una dimensión mundial. Este alcance global saca a la luz un aumento permanente de distintos tipos de desigualdad traducidos como fuente de violencia social. En el mundo del trabajo vemos que se mantienen divisiones fundamentales, ya sea entre los que trabajan y los que no o entre los que acceden a una remuneración digna y los que no. Otra arista es el problema de la migración en cuanto inseparable de la cuestión del trabajo ya que, a excepción de quienes huyen por catástrofes naturales o de conflictos armados, la mayoría de los migrantes se marchan de su lugar de origen porque no tienen allí esperanza de un empleo digno o porque esperan encontrar condiciones de trabajo más justas y decentes en otros sitios. Con este contexto, debemos reconocer las consecuencias de la globalización en el mundo del trabajo y las diversas formas de desigualdad, incluidas las violaciones de los derechos fundamentales en el trabajo. La globalización de la organización del trabajo y del sistema de producción escapa a la supervisión de las autoridades y actores nacionales, en una producción mundial que se encuentra dominada por cadenas de valor. Sabemos que el capital se ha globalizado, pero tanto los mercados de trabajo y la legislación laboral continúan siendo locales.

Este análisis nos indica que estamos llegando al fin de un ciclo en el que la noción de progreso debe dar lugar a la de desarrollo humano integral. Consideramos que el ciclo venidero debe basarse sobre la noción transversal de desarrollo humano integral constituyendo una base para alianzas de largo alcance entre actores y fuentes de inspiración muy dispares. Avanzar hacia el desarrollo humano integral requiere contemplar al mundo desde un punto de vista distinto, en el que vemos que las culturas y las comunidades periféricas pueden ser incubadoras de alternativas que impulsen la imaginación y la experimentación creativa. Si analizamos lo anterior desde la dimensión espacial del principio de opción preferencial por los pobres, descubriremos la importancia de estos espacios periféricos o fronterizos porque son ámbitos donde suelen florecer lo que denominamos comunidades globales transformadoras, en las que con frecuencia pueden generarse innovaciones radicales desde distintas culturas. Retomando el mensaje del papa Francisco a la Conferencia Internacional de Trabajo ocurrida en 2021, tomamos nota de la advertencia en que señala que para una correcta comprensión del trabajo también se requerirá el desarrollo de una cultura de la solidaridad que contraste con la cultura del descarte, lo cual nos estimula para seguir evolucionando nuestros lineamientos.

 

Del discernimiento a la acción

La finalidad del discernimiento genuino consiste en producir cambios, reclama acción. Después del análisis y la evaluación aquí presentados, es hora de compartir las propuestas formuladas de manera conjunta por los socios del proyecto y dar respuesta a la concretezza que nos recuerda el papa Francisco.

Es necesario comenzar haciendo las siguientes aclaraciones. Las propuestas se basan en una definición amplia del trabajo, que abarca al empleo formal e informal y a las labores que se realizan en el seno de la familia. Cabe recordar, como fue mencionado anteriormente, que la noción de cuidado también tiene un significado amplio que no se restringe a lo que habitualmente se denomina sector de los cuidados. De manera que, la expresión «el trabajo es cuidado» se refiere a todas las formas de trabajo, incluyendo al trabajo en la economía informal y del hogar, y a todo otro tipo de trabajo. Asimismo, si cuidar es trabajar, ese trabajo debe ser digno y nuestras propuestas nacen de esta noción multidimensional del trabajo.

Las mismas se dividen en tres grupos: el primero hace alusión a los trabajadores que necesitan formas específicas de cuidado, el segundo ahonda sobre el potencial del trabajo en cuanto cuidado por el planeta, y el tercero se avoca al cuidado del bien común enfatizando en el diálogo social como camino conducente a la paz. Es menester señalar, que esta división acarrea una profunda interrelación entre cada una de las propuestas que no puede ser resuelta de manera exclusiva, respondiendo así al enfoque holístico que nos presenta la encíclica Laudato si’: «Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza» (LS 139).

 

Cuidar el mundo del trabajo

En el mundo del trabajo son numerosos los grupos que demandan una particular atención, en especial aquellos caracterizados por su vulnerabilidad o precariedad. Desde el proyecto, nos hemos centrado sobre los siguientes sectores: los trabajadores jóvenes y sus escasas posibilidades de acceso a un empleo digno, sobre los trabajadores refugiados, migrantes y las personas en tránsito, sobre las mujeres, y sobre quienes trabajan en sectores de la nueva economía.

El primer requisito para dar respuesta es el acceso a un trabajo digno y una remuneración adecuada. Paso siguiente y a medida que avanza la transición hacia una economía más sostenible, exigimos una participación activa de todas las partes y una formación permanente, que permita educar y desarrollar destrezas y habilidades. Por otro lado, los derechos y su protección siguen siendo una necesidad imprescindible y resulta necesario apoyar un diálogo social que permita la inclusión y un mayor acceso a los sindicatos y entidades que aglutinan a empleadores. El último elemento de esta propuesta es la promoción de una cobertura universal de servicios sociales para todos los trabajadores, una meta que estamos lejos de alcanzar y que demandará del compromiso de todas las partes.

 

Un mundo del trabajo que proteja a sus integrantes y viceversa

El segundo apartado de propuestas plantea que el objetivo principal debe ser que los lugares y puestos de trabajo sean sostenibles. Esta aspiración demanda una evaluación más precisa de lo que cada labor aporta específicamente para el cuidado de nuestra casa común. Destacamos que es necesario garantizar la seguridad y salud de los trabajadores, independientemente de que la relación laboral sea formal o informal y de que el espacio de tareas sea su casa o un establecimiento provisto por el empleador. También resulta un objetivo, el aporte positivo que las pequeñas y grandes empresas generen para cuidar del medioambiente, por ejemplo, a través de la responsabilidad social empresarial o corporativa como herramienta para integrar la dimensión social con la medioambiental.

Desde el proyecto, planteamos que los dirigentes empresarios deberían recibir apoyo a la hora de implementar estrategias innovadoras, y que estos acarrean consigo una responsabilidad especial de volver a evaluar al trabajo desde una óptica que se comprometa con el desarrollo humano integral y cuide de la casa común. Asimismo, no debemos subestimar el rol que cumplen las organizaciones que no integran el sector empresario, como aquellas alistadas en la economía social y solidaria y los movimientos populares de base ya que, en épocas de crisis, los enfoques alternativos pueden resultar un modo innovador de integrar al aspecto económico, ecológico y sustentable.

 

Impulsar el bien común

Entendemos que, en un futuro presente, nos aguarda una transición económica que debe reforzar y promover estructuras de cuidado apropiadas. En las encíclicas papales, desde Pacem in terris (papa Juan XXIII, 1963) hasta Populorum progressio (papa Pablo VI, 1967), el Magisterio Social Católico ha subrayado el valor de la paz como una aspiración central de la humanidad, como un hito en el camino hacia la construcción de un mundo con mayor justicia social y ambiental.

En primer lugar, el punto de partida es la búsqueda de un renovado diálogo social favorable a los procesos de paz. Para este fin, resulta necesario un acceso equitativo y horizontal a la mesa de diálogo en el que el diálogo social sea más inclusivo para la participación de todas las partes interesadas. En estos tiempos de transición, existen situaciones específicas que reclaman más atención, por ejemplo, las dificultades a las que se enfrentan los sindicatos ante la polarización de la fuerza de trabajo, que abarca a trabajadores poco y muy cualificados, lo que reduce las posibilidades para implementar un diálogo genuino.

En segundo lugar, debemos recalcar la articulación de todos los niveles (local, nacional y global) como engranaje necesario para alcanzar la justicia social y medioambiental. Son los Gobiernos, de acuerdo al mandato que tengan, quienes pueden aportar a una mejor integración de las distintas facetas de desarrollo, reconocer el impacto de las actividades humanas sobre el medio ambiente y crear conciencia sobre el efecto de estas actividades dentro de las fronteras administrativas que les corresponda.

Por último, destacamos la importancia de una gobernanza eficiente e integrada ya que la mayor parte de las dificultades socio-ambientales tienen hoy una dimensión mundial. No podemos prescindir de los espacios de diálogo y cooperación entre los gobiernos, la ONU, las instituciones financieras internacionales, y demás organizaciones multilaterales y de la sociedad civil. La eficacia de estos mecanismos hará que la cooperación prevalezca sobre la competencia. A modo de ejemplo, consideramos que las opciones tendientes a aumentar la eficacia de las regulaciones deben apuntar a modernizar las convenciones existentes y a instaurar tribunales para la resolución de litigios ligados a la degradación socio-ambiental.

 

El camino que tenemos por delante

El viaje que recorrimos con el proyecto «El futuro del trabajo, el trabajo después de Laudato si’» nos ha permitido recalcar que el trabajo es central en todo anhelo por transformar el mundo. Sabemos que el mundo del trabajo sufre las consecuencias de la degradación ambiental y del cambio climático y y que en muchas regiones, el aumento de la desigualdad proviene del mundo del trabajo y amenaza la cohesión social y la paz. Sumado a todo esto, estamos transitando las consecuencias profundizadas o creadas a causa de la pandemia de COVID-19. No obstante, el mundo del trabajo sigue siendo el principal agente de transformación y creemos que la visión «El cuidado es trabajo, el trabajo es cuidado» puede inspirar a esa transformación necesaria para que el mundo avance hacia el desarrollo humano integral.

El trabajo es central en todo anhelo por transformar el mundo

Al día de hoy, desde el proyecto nos encontramos satisfechos por los resultados pero conscientes de que nuestras propuestas son solo un primer intento en el trazado hacia esa transformación. Es, por eso, que consideramos que existen tres vías de desarrollo que merecen una indagación y análisis más exhaustivo:

  1. Para continuar nuestro viaje y hacer frente a las propuestas esbozadas entendemos que se necesitan más estudios e investigaciones en profundidad, tanto académicos como orientados por la acción. Asimismo, resulta fundamental la diversidad de actores y la posibilidad de establecer alianzas no solo con los que forman parte del mundo del trabajo sino también de otros ámbitos como la acción ecológica, el desarrollo humano y aquellos que nacen para enfrentar distintos tipos de desigualdad.
  2. Es vital seguir identificando buenas prácticas que representen experiencias que ya han demostrado su capacidad de avanzar rumbo al horizonte que planteamos al declarar: «El cuidado es trabajo, el trabajo es cuidado». A la hora de analizarlas, debemos prestar atención a las condiciones en que surgieron y cómo prosperaron esas buenas prácticas, para así promover su reproducción y escalabilidad. Como ejemplo, podemos mencionar al sector de la economía social y solidaria, la capacitación permanente y las nuevas formas de sindicalismo.
  3. Debemos mantenernos alerta a los actores capaces de generar y transformar procesos sustentables en el actual contexto cultural y socioeconómico. A estos los denominamos comunidades globales transformadoras y para un correcto análisis tendrán que ser caracterizadas bajo un modelo teórico pero, a nivel práctico, será necesario experimentar a fin de determinar cómo se construyen esos modelos y cómo pueden funcionar.

A modo de cierre, comprendemos que la combinación del trabajo y el cuidado descansan sobre el conocimiento acumulado y la experiencia de pueblos y comunidades, pero que también los amplía invitándonos a seguir fortaleciendo redes. En nuestra experiencia, sentimos que del diálogo que hemos entablado, particularmente con organizaciones de inspiración católica, emana una atmósfera de solidaridad y esperanza que nos da fuerzas para continuar con este viaje. •

 

(1) En el Apéndice A del informe El cuidado es trabajo, el cuidado es trabajo se incluyen los resúmenes ejecutivos de cada línea de investigación acompañados por una lista de artículos y libros sobre el tema que les incumbe y que han sido publicados, además de los principales eventos de difusión organizados por cada uno de los socios.


*Ignacio Alonso Alasino
: Responsable del proyecto «El futuro del trabajo, el trabajo después de Laudato si’». Miembro del Grupo de Trabajo CLACSO: «El Futuro del Trabajo y Cuidado de la Casa Común» y del Programa PRODENAC

 

Este artículo fue publicado en la página web de Noticias Obreras:

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